Cuando los niños y niñas cambian las reglas del juego: una mirada desde la autorregulación somática

Nueva edición del curso de Escucha Activa con Antonio Guijarro

¿Alguna vez te ha pasado…?

¿Alguna vez te ha pasado que mientras juegas con un niño o una niña, de repente cambia las reglas del juego sin previo aviso? Puede ser desconcertante e incluso frustrante, pero desde la experiencia somática y la autorregulación, este comportamiento revela mucho sobre lo que ocurre en el cuerpo y la mente de quien juega.

Cambiar las reglas: un recurso de autorregulación

Cuando un niño o una niña altera las reglas de un juego, no siempre se trata de desobediencia o manipulación. Muchas veces es una estrategia cognitiva, emocional y corporal para manejar el estrés o la frustración que surgen en la experiencia del juego.

Desde la mirada somática, cuerpo y mente colaboran para recuperar un sentido de equilibrio y seguridad. Si el juego se vuelve demasiado exigente o competitivo, cambiar las reglas puede ser una forma de protegerse y sostener la sensación de control interno.

Es importante recordar que los niños y las niñas no solo juegan para ganar; a menudo se juegan su autoestima, su sensación de competencia y seguridad. Cuando sienten que podrían perder o no cumplir con las expectativas, su cuerpo y su mente buscan maneras de protegerse y seguir participando.

Señales corporales que anticipan el cambio de reglas

Antes de que un niño o una niña modifique las reglas, su cuerpo suele enviar señales sutiles o evidentes que reflejan su estado interno:

  • Respiración rápida o irregular
  • Tensión en hombros, manos o mandíbula
  • Inquietud o movimientos repetitivos
  • Expresiones faciales de frustración o tristeza

Observar estas señales permite a adultos y educadores intervenir de manera sensible, ofreciendo apoyo antes de que la tensión se transforme en malestar o afecte el clima del juego.

Estrategias somáticas para acompañar a los niños y niñas

Estas prácticas ayudan a los niños y niñas a autorregularse y jugar de manera más equilibrada, cuidando su autoestima y respetando sus emociones. Aquí presentamos algunas opciones para invitar a la calma, la conexión y la flexibilidad emocional durante el juego:

Escuchar y validar emociones

Escuchar activamente lo que sienten y poner palabras a su experiencia:

“Veo que tu cuerpo se tensa y parece que te sientes frustrado. Es normal que pase cuando algo se pone difícil. Podemos tomarnos un momento y ver cómo seguir jugando juntos.”

Validar la experiencia emocional fortalece la conciencia emocional y les hace sentir acompañados y comprendidos.

Respiración con movimiento

Inhalar contando hasta 3 y exhalar hasta 4, moviendo brazos o hombros suavemente. Este pequeño ejercicio ayuda a liberar tensión y recuperar la calma.

Descarga de energía segura

Permitir saltos, movimientos o estiramientos antes o durante el juego facilita la autorregulación y evita que la energía acumulada se transforme en frustración.

Anclaje sensorial

Tocar objetos con texturas agradables mientras se respira o mantener un pequeño objeto de referencia (como una pelota o una piedra lisa) puede aumentar la sensación de seguridad.

Micro-pausas durante el juego

Proponer breves pausas para respirar o estirarse ayuda a regular la activación corporal, especialmente cuando la tensión o la competencia se intensifican.

Acompañar desde distintos contextos de juego

En la terapia de juego individual, el o la terapeuta puede acompañar siendo sensible a las señales del cuerpo y la conducta del niño o la niña, ayudando a identificar lo que sienten y ofreciendo herramientas de autorregulación para restaurar el equilibrio.

También es valioso cuando el adulto que juega con un niño o niña negocia de manera flexible quién gana o pierde, ofreciendo así un modelo de flexibilidad y tolerancia ante la frustración. Por ejemplo, se puede proponer ceder un triunfo o cambiar el ritmo del juego para mostrar que perder no significa fracasar.

En el juego entre iguales, cuando todos quieren ganar, el acompañamiento puede centrarse en la escucha y las pausas. Un adulto que propone detenerse un momento para respirar, conversar o redefinir cómo seguir jugando ayuda a que todos aprendan a regular la emoción colectiva y a flexibilizar sus respuestas.

Y cuando el juego ocurre en familia, con mamá, papá o hermanos/as, se abre la oportunidad de ampliar este aprendizaje. Las experiencias de autorregulación y empatía se vuelven compartidas y refuerzan vínculos afectivos.

Un ejemplo real

En un proceso de terapia de juego individual, un niño se ponía tenso y triste cada vez que iba perdiendo. Yo le reflejé lo que observaba:

“Parece que la posibilidad de perder te preocupa y te pone triste, como si todavía no te sintieras preparado para perder.”

Durante varias semanas, propuse ceder mi triunfo en algunas partidas, acompañándolo desde la empatía y la observación corporal. Con el tiempo, un día me dijo con una sonrisa:

“Hoy no me importa perder, me puedes ganar porque sé que yo puedo ganarte después en otra partida.”

Ese momento marcó un cambio profundo: había integrado la experiencia de perder sin perderse a sí mismo.

Beneficios de una mirada somática

Acompañar a los niños y niñas desde la experiencia corporal y emocional permite:

  • Reducir conflictos y frustración durante el juego
  • Fortalecer la conciencia corporal y emocional
  • Promover habilidades de autorregulación que se trasladan a la escuela, la familia y la vida cotidiana
  • Enseñar que las emociones y tensiones son normales y gestionables
  • Apoyar la autoestima desde la autenticidad del juego

Reflexión final

Cambiar las reglas del juego no es un acto de resistencia, desobediencia o manipulación, sino una expresión del intento de recuperar control, equilibrio y seguridad. Observar el cuerpo, escuchar y validar las emociones, ofrecer herramientas de autorregulación y acompañar sin juicio permite a los niños y niñas aprender a gestionar su energía, sus emociones y su autoestima, fortaleciendo su desarrollo emocional y social de manera profunda y duradera.

Y tal vez también nos invita a mirar hacia dentro: ¿cómo vivimos los adultos —madres, padres, docentes o acompañantes— la experiencia de perder? ¿Qué sentimos cuando el control se escapa o cuando algo no sale como esperábamos?

En ese espejo compartido, el juego se convierte en una oportunidad de aprendizaje mutuo, donde todas las personas involucradas pueden flexibilizar, regular y crecer juntas.