Es una mañana primaveral en Madrid. El sol comienza a calentar con más fuerza y disfrutamos de un paseo en el que los sentidos comienzan a despertar, al observar los primeros brotes de los árboles centenarios de las grandes avenidas y percibir el olor del café y el pan recién horneado. Llegamos puntuales a la entrevista con Antonio Guijarro, uno de los creadores del Programa de Escucha activa y su principal impulsor en España desde la década de los setenta.
Para el Centro de mediación Iyali es un enorme privilegio ser testigos del Curso de Escucha activa y formación que impartirá en Collado Villalba (Madrid) Antonio Guijarro el 22 y 23 de abril y 13 y 14 de mayo y tener la oportunidad de nutrirnos no solo de un maestro de la psicología humanista que lleva más de cuarenta años trabajando como psicoterapeuta sino de un ser humano alegre, empático, brillante, con ganas de enseñar y aprender cada día.
“En mi vida, la escucha activa me ha aportado mucho, me ha abierto a la otra persona, a ver la riqueza de los otros. Siento mucho agradecimiento a todas las personas que al sentirse escuchadas me hacen el regalo de trasmitirme la verdad de su ser. La escucha activa me permite ir escuchando la vida según va brotando siempre nueva en los demás y en mí”, nos cuenta exultante Antonio.
En las siguientes líneas compartimos la conversación que hemos mantenido con él:
Escuchar a la otra persona como alguien único. La escucha activa nos enseña, al evitar toda comparación con otros, que cada uno es perfecto es sí mismo. Es nuestro empeño en que se ajuste a tal o cual realidad, o la suya propia lo que la hace parecer imperfecta. Como Roble, una Amapola es un desastre, pero como lo que es -Amapola- es perfecta. Lo mismo un Roble como Amapola.
Todas las personas somos especiales y únicas. Dejar a la persona ser, que si nace Amapola sea Amapola, si nace Roble sea Roble. Que cada persona desarrolle su propio ser. Acoger lo que va siendo, es lo propio de la escucha activa. Lo que hay. Y desde luego, no comparar para no quedarse en lo que no hay. La comparación es lo que nos aniquila, lo que hace de uno un fracaso crónico.
Aceptar a la otra persona tal cual se va manifestando le permite brillar, le anima a que sea más ella y a que confié más en sí misma. La escucha activa no sólo tiene efectos en la persona escuchada, sino también en quien escucha, porque ve otras maneras que no sean sólo las suyas de enfrentarse a las diferentes situaciones.
La escucha activa es para todas las personas, es una forma de escuchar centrada en la relación. Para hacer escucha activa no se necesita un don especial. Basta estar interesado en la realidad del otro tal y como ésta se da.
Todas las personas interesadas en mejorar su estilo de comunicación y cuidar sus relaciones pueden usar la escucha activa.
Como madres, padres, acompañantes o educadores podemos ayudar a los niños y a las niñas a reconocer las vivencias que puedan ir teniendo y validarlas para ayudarles en su desarrollo. Tenemos que adaptarnos a la sociedad en que nos toca vivir, pero sin perdernos del todo a nosotros mismos en ese proceso de socialización.
Igual desde que el hombre vive en sociedad. O sea, desde siempre que se sepa. La sociedad es inevitable, siempre está ahí. Pueden cambiar las normas sociales. Pero siempre habrá una sociedad a cuyas normas será necesario adaptarse para poder ser parte de ella. La educación es la encargada de socializarnos, de ajustarnos a los modelos sociales vigentes. De ahí que resulte imprescindible, pues sin sociedad el ser humano no puede desarrollarse. Pero, al mismo tiempo, ese necesario ajuste a la realidad social en que vivimos, que es función de la educación llevarlo a cabo, entraña el peligro de perderse uno a sí mismo, para lo cual un buen antídoto complementario de la educación para remediar esa en-ajenación (1) a la que expone, está la escucha activa, que protege la realidad individual.
A partir de la aceptación de la realidad de cada individuo, la escucha activa nos ayuda a vivir en sociedad sin ir en nuestra contra.
El actual programa de formación en Escucha activa o mejor, comunicación centrada en la relación, introduce el no juicio, no interpretar, no etiquetar, cómo acompañar a la otra persona sin dirigirla, sin decirle por dónde tiene que ir, dejándola que vaya abriendo su propio camino, tomándola en todo momento por la máxima autoridad de sí misma.
No podemos ir más allá de lo que nos comunican. Si interpretamos abrimos la puerta al malentendido y el malentendido es uno de los dramas de la comunicación.
En este punto me gustaría introducir que en la escucha, no sólo es importante el otro, sino también uno mismo: yo también me tengo que escuchar y saber cómo estoy.
De mi experiencia psicoanalítica, antes de mi viaje a La Jolla, me quedé con la parte en la que hablar de cómo me sentía o lo que pensaba me sentaba bien, pero me alejaban de mí mismo las interpretaciones posteriores que hacía el psicoanalista.
Desde esa experiencia, en mi práctica posterior como terapeuta fui quitando lo que yo podía pensar o sentir de lo que la otra persona traía a la sesión (en función sobre todo de lo que el Psicoanálisis me decía) y me fui limitando a escuchar sólo lo que me decía esa persona en concreto.
Y así pasé de una técnica de enfoque psicoanalítico a otro particular que llamé “post psicoanalítico”, que consistía en no ejercer ninguna autoridad sobre el paciente en ningún momento, ni en cuanto a dónde llegar, ni qué camino seguir. Acompañar desde la aceptación, sin juzgar ni interpretar, para que la persona recobrara su autoconfianza perdida, condición fundamental para abrirse al autoconocimiento.
Un día buscando libros en Madrid, me encontré en un estante el libro “Psicoterapia centrada en el cliente” de Carl Rogers. Después de leerlo y entusiasmado por esta mirada que coincidía con lo que yo había denominado enfoque “post psicoanalítico” me puse en contacto epistolar con él, que tuvo a bien invitarme en 1973 en calidad de colaborador extranjero becado por la UNESCO a formar parte de su Center for Studies of the Person de La Jolla, California.
Allí conocí a otros profesionales que compartían un mismo enfoque terapéutico humanista, no-directivo. Y de allí surgió, a partir del trabajo en equipo con ellos, el presente programa de formación de comunicación centrada en la relación.
Al regresar a España y desde entonces, he contribuido al desarrollo de esta técnica de comunicación.
Para nosotras, esta conversación con Antonio Guijarro ha sido un regalo y por ello, hemos querido compartirla. ¡Esperamos que la hayáis disfrutado!
(1) Antonio Guijarro juega con palabra para hablar de cómo enajenarse es estar fuera de uno mismo.